4.28.2007

Una distancia necesaria

Víktor cogió las llaves del coche, me lanzó la cartera y el resto de mis cosas y me apremió para que me levantara.

-Nos vamos a dar una vuelta.

Dejó el cuchillo encima de la mesa y se puso su cazadora. Apenas tuve un momento para poner mis cosas y mi mente en orden y lo acompañé a la puerta. De alguna manera, tenía la extraña sensación de que me iba a gustar eso de acompañar por la calle a un tipo duro. Y cuantos más jaleos se buscase, más fácil sería que se metiera en problemas. Llegado un punto crítico siempre sería mejor vérselas con la policía.

Bajamos por las escaleras y Víktor preguntó por mi coche. Cuando le expliqué que era un Ford Fiesta L puso cara de pocos amigos y comenzó a andar calle arriba hasta que vimos un callejón más oscuro de la cuenta. Entonces se asomó, y me agarró del brazo para que lo siguiera. Mi actitud en todo momento fue pasiva. No ofrecía ninguna resistencia y colaboraba. Si se presentaba una oportunidad de que el tipo fuese atrapado, esa sería mi salida. El muy hijo de puta estaba como un cencerro y sabía donde vivía. Eso de correr en un momento dado y que luego se presentase en mi casa me daba muy mala impresión.

Con un movimiento que no llegué a percibir abrió la puerta de un coche y me dijo que subiera. Arrancó la cerradura y usando algunos cables sueltos consiguió hacer contacto. Salimos a la calle principal y nos dirigimos a las afueras de la ciudad. Pocos coches circulaban a esas horas por la calle. Nos dirigimos hasta un pueblo cercano y tomamos una de las carreteras secundarias que enlazan a otros pueblos de la periferia.

Víktor conducía a una velocidad bastante prudente y parecía que disfrutaba haciéndolo. El coche era un Chrysler 1500 de color verde. Era la primera vez que montaba en un coche automático. Nunca llegué a saber si fue casualidad o realmente Víktor tenía localizado el coche. Cuando llevabamos unos minutos conduciendo por esas carreteras, un coche pequeño nos fue alcanzando. Su faro izquierdo estaba ligeramente atenuado, y el derecho estaba orientado de tal forma, que deslumbraba al conductor que iba delante. Esto pareció molestar a Víktor, que sin embargo, esbozó una sonrisa y siguió conduciendo un poco más despacio.

El coche nos alcanzó y comenzó hacer la maniobra de adelantamiento. Cuando nos hubo rebasado, Víktor aceleró y se mantuvo a una distancia necesaria para que no se perdiera. Era una costumbre muy común. Conducir por una carretera desconocida podía darte algún susto. Seguimos al tipo del coche pequeño hasta un desvío hacia otra población. Más adelante se volvió a salir de la carretera. Esta vez parecía que iba a un motel. Para mi sorpresa, Víktor lo siguió.

Con un poco más de tiempo observé que las puertas estaban custodiadas por dos hombres bien vestidos. Pero el conductor que habíamos seguido no parecía alguien importante. Víktor aparcó a unos metros del otro coche, guardó una bolsa en la guantera y se puso unos guantes de cuero. Me miró con su espléndida sonrisa y dijo "Empieza la fiesta".


(El camino hacia las sombras).

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