3.27.2007

Los ojos de la bruma

No acostumbraba a pasar las tardes en la facultad. Pero el día había sido muy largo y ni siquiera tuve tiempo de volver a casa para comer. Habíamos salido de prácticas y gastábamos las horas hablando de tonterías en la cafetería. Estaba junto a dos chicas, eran muy amigas. Nos habíamos conocido a lo largo del curso. Yo acostumbraba a meterme con ellas y parece que les resultó divertido. Siempre acabábamos hablando de cosas sin importancia y riéndonos de todo.

El sitio no era muy acogedor. Como cualquier cafetería de facultad. Espaciosa, impersonal, y diseñada con austeridad para aprovechar los pocos recursos de los que en aquella época disfrutaban las instalaciones reservadas a la enseñanza. Una gran cristalera nos separaba de la calle, no así del frío.

Por aquel entonces mi inglés ya era bastante bueno y podía desenvolverme con cierta soltura.

La conversación había llegado a ese punto en el que lo único que queda es apurar el café y marcharse. Y en ese momento apareció determinado personaje. Corría torpemente por la calle, tropezando con los peatones y trastabillando con los semáforos. Tenía la mirada perdida y andaba sin rumbo aparente. De pronto se quedó mirando hacia el interior y corrió hacia la cafetería. Entró por la puerta, levantó la cabeza y vino a sentarse en la mesa en la que estábamos nosotros.

Era un tipo raro. Vestido con unos pantalones de camuflaje y amplias sudaderas que se había puesto, unas encima de otras, para luchar contra el frío. Llevaba una mochila mediana de la que sobresalían mapas y libretas. Desde luego, no tenía pinta de estudiante.

Comenzó a hablar en un inglés muy fluido. Lo suficientemente rápido para que no le entendiésemos. Se me ocurrió intentar hablar en inglés con él y conseguí decirle que tenía que ir más despacio. Era una situación bastante rara. Yo no podía ocultar una sonrisa al mirarlo, pero las dos chicas lo miraban con cierto temor.

Pareciera que no llegaba a comprender que estaba en un país en el que su lengua era extraña. Empezó a soltar majaderías. Resultó bastante curioso poder hablar un rato con él. Mi inglés no era tan malo como yo creía y pude mantener una charla absurda durante un rato.

Yo estaba bastante tranquilo y mis amigas habían perdido ese temor inicial. Pero a pesar de todo él no paraba de mirar hacia fuera, esperando ver aparecer a alguien. Se diría que estaba escondiéndose. Y todo transcurrió como un relámpago. Se quedó mirándome a los ojos y me dijo. Tú eres como yo. Le contesté que sí, que todos éramos iguales y otras chorradas que acostumbrábamos a decir por aquellos tiempos para no crear tensiones políticas. Él me miró contrariado y negó con la cabeza. Empezó a ponerse nervioso y masculló algo incomprensible. Luego dijo en su idioma "You've got the eyes of haze. You're a ghost, like me". Se levantó y echó a correr hacia el hall de la facultad.

No podía parar de reírme e intentaba explicarles a las niñas qué era lo que me había contado el tipo. Me quedé mirando a la mesa y me di cuenta de que el muy idiota se había dejado la cartera. Una billetera de piel bastante abultada, con las siglas de la infantería de marina de los USA. Aunque esto lo descubrí más tarde. Cogí la cartera y me levanté para devolvérsela, pero el tipo se había perdido dentro de la facultad. Cuando volví a la mesa me senté y estuve tentado de echarle una ojeada. El americano apareció otra vez corriendo y tropezando y me miró. Estaba a punto de decirle algo sobre la cartera pero no me dio tiempo. La cogió cabreado y salió otra vez hacia la puerta por la que entró al principio.


Momentos después, de detrás de un coche, apareció un tipo bastante grande. Mediría un metro noventa, era rubio y llevaba el pelo largo, recogido en una coleta. Una perilla muy bien recortada y una sonrisa perfecta, marcada por dientes blancos y perfectos. Vestía un gabán que, aunque estaba un poco andrajoso, daba la impresión de ser caro. Parecía un chiquillo jugando en la calle. Saltó desde la calzada a la acera por encima del capó del coche y siguió calle arriba, por donde el tipo raro había huido antes.

Esa fue la primera vez que vi a Viktor.


Más tarde, en casa, repasé mi diccionario de inglés para consultar una palabra que no había entendido. Haze... Los ojos de la bruma.

(Historias que le conté al cabalista).

1 comentario:

Daniel Estorach Martín dijo...

Interesante. Te seguiré leyendo.

La anterior entrada muy emotiva y bastante bien escrita, aunque hay alguna frase que se ve rara. Dale un repaso cuando puedas :)

¡Ah! Gracias por ponerte un link a mi blog. Cuando me digas te pongo en la mía.

Buenas noches ;)