4.30.2007

Dos impactos positivos

Día Dos

7.30 Toque de corneta. Hoy me levantaré temprano. Ayer los chicos de la compañía me comentaron algo y quiero comprobarlo por mí mismo.

8.30 He cogido prestado armamento de la armería y voy a darme una vuelta por el perímetro exterior.

9.30 Por lo visto, todas las mañanas un tipo pasa con una motocicleta por la carretera que circunda la base. Algunos chicos creen que es un partisano, un informador. Si es así, no pasará mucho tiempo hasta que suframos algún ataque terrorista.

10.30 Me he quedado de charla con los chicos del puesto de observación Sur. Desde esta posición tengo línea de fuego por encima de la segunda alambrada del perimetro exterior. Vamos a esperar al tipo de la moto.

11.27 El tipo de la moto ha aparecido por el este, la situación de nuestro puesto de observación nos permite verle a unos tres kilómetros. He cargado el fusil y lo he amartillado. Los chicos todavía piensan que estoy de coña.

11.31 He realizado dos disparos. El primero para derribar al motorista y el segundo para eliminarlo. Dos impactos positivos. Me marcho de la torre Sur 3. Supongo que en los próximos días retirarán el cuerpo.

12.30 He presentado el armamento prestado en la armería y he rellenado mi informe.

13.30 ------

14.30 Algunos chicos se han atrevido a sentarse en nuestra mesa. Las noticias en la base son siempre bienvenidas. Rompen con la rutina diaria. Supongo que esta noche habrá mejor ambiente.

16.30 Se nos ha informado de algunos aspectos de la misión. Por lo que he podido entender es una infiltración simple. No habrá objetivos militares.

17.30 Algún miembro del GRU de mi grupo de asalto ha hablado de un encuentro con fuerzas especiales europeas. No me gusta mucho la idea. Pero siempre es mejor colaborar con ingleses o alemanes que con americanos. Son unos jodidos arrogantes.

19.30 No hemos podido verificar la información. Queda poco tiempo para el comienzo de la misión y todo el mundo está tenso. Si hubiésemos sabido algo al respecto, con varios días de antelación, habríamos podido sacar algo más en claro. Supongo que por eso nos informan el día anterior.

20.00 Hemos revisado equipo y armamento.

21.30 Vamos a ver una película. La verdad, prefiero darme una vuelta por el perímetro exterior. Quiero saber si ya han retirado el cuerpo.

22.30 Ni el cuerpo ni la motocicleta. Es extraño, pero parece que van a esperar a que alguien se acerque a recogerlo. Supongo que despues mandarán algún "Hoplite" o uno de los nuevos "Hips" para una misión de reconocimiento.

(Diario de operaciones I).

4.28.2007

Una distancia necesaria

Víktor cogió las llaves del coche, me lanzó la cartera y el resto de mis cosas y me apremió para que me levantara.

-Nos vamos a dar una vuelta.

Dejó el cuchillo encima de la mesa y se puso su cazadora. Apenas tuve un momento para poner mis cosas y mi mente en orden y lo acompañé a la puerta. De alguna manera, tenía la extraña sensación de que me iba a gustar eso de acompañar por la calle a un tipo duro. Y cuantos más jaleos se buscase, más fácil sería que se metiera en problemas. Llegado un punto crítico siempre sería mejor vérselas con la policía.

Bajamos por las escaleras y Víktor preguntó por mi coche. Cuando le expliqué que era un Ford Fiesta L puso cara de pocos amigos y comenzó a andar calle arriba hasta que vimos un callejón más oscuro de la cuenta. Entonces se asomó, y me agarró del brazo para que lo siguiera. Mi actitud en todo momento fue pasiva. No ofrecía ninguna resistencia y colaboraba. Si se presentaba una oportunidad de que el tipo fuese atrapado, esa sería mi salida. El muy hijo de puta estaba como un cencerro y sabía donde vivía. Eso de correr en un momento dado y que luego se presentase en mi casa me daba muy mala impresión.

Con un movimiento que no llegué a percibir abrió la puerta de un coche y me dijo que subiera. Arrancó la cerradura y usando algunos cables sueltos consiguió hacer contacto. Salimos a la calle principal y nos dirigimos a las afueras de la ciudad. Pocos coches circulaban a esas horas por la calle. Nos dirigimos hasta un pueblo cercano y tomamos una de las carreteras secundarias que enlazan a otros pueblos de la periferia.

Víktor conducía a una velocidad bastante prudente y parecía que disfrutaba haciéndolo. El coche era un Chrysler 1500 de color verde. Era la primera vez que montaba en un coche automático. Nunca llegué a saber si fue casualidad o realmente Víktor tenía localizado el coche. Cuando llevabamos unos minutos conduciendo por esas carreteras, un coche pequeño nos fue alcanzando. Su faro izquierdo estaba ligeramente atenuado, y el derecho estaba orientado de tal forma, que deslumbraba al conductor que iba delante. Esto pareció molestar a Víktor, que sin embargo, esbozó una sonrisa y siguió conduciendo un poco más despacio.

El coche nos alcanzó y comenzó hacer la maniobra de adelantamiento. Cuando nos hubo rebasado, Víktor aceleró y se mantuvo a una distancia necesaria para que no se perdiera. Era una costumbre muy común. Conducir por una carretera desconocida podía darte algún susto. Seguimos al tipo del coche pequeño hasta un desvío hacia otra población. Más adelante se volvió a salir de la carretera. Esta vez parecía que iba a un motel. Para mi sorpresa, Víktor lo siguió.

Con un poco más de tiempo observé que las puertas estaban custodiadas por dos hombres bien vestidos. Pero el conductor que habíamos seguido no parecía alguien importante. Víktor aparcó a unos metros del otro coche, guardó una bolsa en la guantera y se puso unos guantes de cuero. Me miró con su espléndida sonrisa y dijo "Empieza la fiesta".


(El camino hacia las sombras).

4.19.2007

Un cielo en llamas

El cielo en llamas


"Hoy soñé con un cielo en llamas.

El cielo en llamas representa el final de algo, o de todo. Y mi camino continúa, dejando atrás ese cielo.

Pero no puedo evitar soñar con él. A veces...

Siempre que sueño con un cielo en llamas quiero correr hacia tí. Para protegerte. Pero cuando despierto y ya no estás, me siento triste como el infierno.

Y sé que ese cielo no está lejos, sino dentro de mí."

(Las Últimas Cartas).

Sin novedad en el frente

Día Uno

7.30 Toque de corneta, las compañías regulares ya están armando jaleo. Nosotros saldremos, como siempre, cuando nos salga de los cojones.

8.22 Me levanto, estoy harto de las putas anotaciones en este cuadernillo de mierda.

9.30 Como siempre, hemos dado una vuelta para ver como lo pasan los chicos. Es refrescante ver como vive la vida de soldado un muchacho que estará aquí un par de años, cinco a lo sumo. Se toman las cosas bastante a la tremenda.

10.30 Realmente, mi compañía no está completa. Pensaba que al menos estarían aquí a modo de presencia testimonial pero solo somos un grupo de asalto. La base solo nos atenderá hasta pasado mañana y luego a buscar al objetivo y neutralizarlo.

11.30 Sin novedad en el frente.

12.30 ------

14.30 Siempre que vamos a comer nos pasa lo mismo. Nos dejan una mesa entera para los GRU. Es aburrido estar en una mierda de base con dos escuadrones de cosacos, perdón, Shashkas, cuatro baterías de artillería, y unas diez brigadas regulares y que te dejen una mesa con capacidad para sesenta personas para tí solo. Cinco tíos comiendo en esta mesa, parecemos zares, joder.

19.30 Hemos revisado el armamento y el equipo. Teniendo en cuenta que solo el mío es de combate no nos ha llevado mucho tiempo. Esto es tedioso.

21.45 Por fin hemos podido hablar con los chavales. Lástima que hayamos acabado a palos. Nada grave. Es bueno para relajar tensiones.

22.30 Este cuadernillo es un coñazo. Pero ya se sabe, la disciplina ante todo. Cada hora, un nuevo informe. Cuando salga lo rellenaré cuando me salga de las pelotas por motivos ajenos a mi persona.

Nota: Tengo que borrar esto último.

(Diario de operaciones I).

4.18.2007

La mejor salida

"Acabo de releer tu última carta y después de tanto tiempo me dispongo a contestarla. Sé que las cosas no han sido fáciles para tí. Que no elegiste estar allí aquel día que todos los muebles de tu cabeza se desarmaron. Recuerdo la última vez que nos vimos. Tú aún insistías en mi última carta. Una nota que te escribí en el instituto, para excusarme de no poder quedar contigo el fin de semana. Porque iba con los amigos de acampada. Si ahora estás mejor, espero que entiendas que era una manera diplomática de decirte que no.


Supongo que cuando nos conocimos tú ya no andabas muy bien de la azotea. Si te has curado, espero que te rías de mis comentarios. Si no es así, da igual. Estaba sentado en la puerta de aquel bareto. Todos estaban dentro, nadie sabía qué es lo que me había pasado. Pero la única persona que apareció fuiste tú. Te sentaste a mi lado y me preguntaste sencillamente "¿Qué te pasa? Tienes mala cara". Te contesté con alguna excusa. Creo que fue algo así como que estaba cansado, que necesitaba dormir.


Luego salieron dos amigos a preguntarme sobre una decisión importante. Creo que era el dichoso lugar al que íbamos a ir de acampada (la de verdad). Contesté, y pareció que mi decisión era la que importaba, la definitiva. Eso despertó en tí una curiosidad implacable. Yo practicamente no escuchaba tus palabras. Pero me sentía bien, sabiendo que había alguien hablándome y mirándome. Entonces empezaste a tocarme el pelo. Luego todo fue como la seda. Acabé acompañándote a casa.


No habían pasado ni dos días desde que el gran amor de mi vida se había marchado y ya estaba haciendo el tonto con otra tía. Aún así, no me sentía culpable. El problema fue cuando mis amigos se enteraron y me pusieron sobre aviso. Me dijeron que tenías muchos problemas. Que estabas sometida a algún tipo de terapia y que tomabas medicamentos para la depresión. Me asusté bastante. A partir de ahí, comencé a comportarme como un auténtico imbécil. Teniendo en cuenta como has acabado, no puedo sentirme culpable del todo. Fue la mejor salida para mí. Es egoísta, pero hasta tus padres admitieron que lo tuyo no tenía solución fácil.


Espero que con el tiempo, hayas conseguido algún tipo de estabilidad en la vida. Que seas feliz. Todos merecemos ser felices, aunque sea en alguna época de nuestra vida."

(Las últimas cartas).

Partir de cero

-¿Prefieres seguir viviendo? ¿Qué clase de respuesta es esa?- La verdad es que mi respuesta era una basura. Siempre que te imaginas situaciones comprometidas te acuerdas de los grandes del cine negro y de sus frases geniales. Pero, a la hora de la verdad, no se me había ocurrido soltar nada más. Menuda cagada. Casi tenía gracia.

-Te diré lo que vamos a hacer.- Siguió hablando. -Cuéntame un poco de tu vida. Así te dará tiempo a fumar un par de cigarrillos más. Luego decidiré que hago contigo.-

-Pero, ¿Por dónde empiezo?- El sonido salió de mi boca quedo, como un balbuceo. ¿Qué cojones se supone que le tienes que contar a un tipo que después de amenazar con matarte te arrastra hasta tu propia casa? Pensé en las veces que había sido el chico nuevo en algún sitio y tampoco me preocupaba tanto quedar bien o mal. -Mi nombre es Isaac- Comencé. Le conté más o menos como era mi vida en aquel momento. Insistió en saber más sobre el día anterior. No preguntó mucho sobre la manera en que murieron mis padres, o como acabó mi novia con mi hermano. No era un tipo morboso, o eso es lo que pensé en ese momento. Seguía hablándole de mis cosas, siempre por encima, hasta que preguntó directamente.
-¿Quién es el americano?- Me costó reaccionar.
-¿Qué americano?-
-Tú sabrás, ¿Cuántos americanos conoces?-
Después de pensarlo detenidamente contesté. -Ninguno. Creo.-
-Tiene gracia. No sé si hablas en serio o te estás haciendo el listillo conmigo. Olvídalo.-
-El tipo raro que entró aquel día en la cafetería de la facultad. ¿Te refieres a ese?- Empecé a recordar. -Yo te vi aquel día. Pero llevabas el pelo largo. Es extraño.

-Mi nombre es Viktor.- Interrumpió. Era un tipo con poca paciencia.
-Me resulta extraño que te acordaras de mi cara despues de tanto tiempo. Supongo que me viste por unos cinco segundos. Aún así me has reconocido. Pero creo que no es como yo pensaba. Lo que te voy a proponer ahora es sencillo. Igual te parece una tontería, pero si lo piensas puede ser una opción viable. En este momento, tu existencia es una puta mierda. No tienes familia, no tienes novia y por tu estilo de vida, tu trabajo tampoco es la hostia. Como habrás podido observar, yo no soy un tipo común. Te lo creas o no, me dedico a liquidar gente. Es un trabajo como otro cualquiera. No te voy a hablar de mis motivos o mis métodos. Pero te voy a dar la oportunidad de seguir viviendo. Que es más de lo que esperabas hace tres o cuatro horas.- Miró su reloj. -Mi trabajo es divertido, conozco mis limitaciones. Pero últimamente se está convirtiendo en algo tedioso. Así que haremos un trato. Tú te vienes conmigo. No te pido que mates a nadie. Tarde o temprano acabarás cogiéndole el gusto o intentando huir.- El gesto de mi cara debió ser bastante elocuente. -Mira, no me mires así. Yo te perdono la vida. Pero ahora tu vida me pertenece. Si te sirve de consuelo, prometo no matarte mientras aceptes el trato. Piénsalo bien, porque la otra opción es bastante más aburrida. Y si lo piensas aún mejor, no tienes nada que perder. Ahora mismo eres un pusilánime de los cojones. Te ofrezco la oportunidad de partir de cero. ¿Qué me dices?-

Empecé a pensar en coger el cuchillo y vivir mis últimos minutos con un poco de gloria. Pero la opción era demasiado absurda. Claro que toda la situación había degenerado hasta un punto insospechado. Todo era tan irreal que en ningún momento estaba procesando lo que él me decía. Era cierto que mi piso era un desastre, ni siquiera era mío. No me quedaba familia, ni tenía una relación sentimental estable. Pero ¿Qué se supone que iba a pasar con mis amigos?

De todas formas, el tipo podía ser un maniático. Intentar razonar con él no parecía una buena idea. Por un momento, me imaginé siendo el compañero de fatigas de un psicópata. Claro que pensándolo bien, hasta los superhéroes están un poco zumbados. Aunque creo que Robin decidió seguir a Batman de motu propio. Seguramente el tal Viktor era un desequilibrado. Y aunque su acento no era familiar, parecía que llevaba bastante tiempo viviendo en esta ciudad. Así que decidí salir del paso como mejor se me ocurrió.

-De manera que lo único que tengo que hacer yo es ir contigo. No tengo que meterme en ninguna pelea ni nada por el estilo, ¿no?-

-Tranquilo chico. Serás mi padawan, mi sempai. Mientras vayas conmigo estarás bajo mi protección.-

-Guay.- Pensé.

(El camino hacia las sombras).

4.16.2007

Nuestro principal objetivo

Mi nombre es Viktor вера. Soy miembro del Glavnoe Razvedyvatel'noe Upravlenie. Pertenezco a la 3ª Brigada Spetsnaz. Siempre nos hemos movido en las sombras y siempre acatamos las órdenes sin rechistar. Sin embargo, este informe acabará en manos de cualquier otra inteligencia. No me importa ser utilizado por mi pais. No me importa morir en el campo de batalla. He aprendido y acepto que en toda operación hay bajas colaterales. Pero un soldado merece otro soldado. He luchado contra ejercitos de otros paises, contra grupos paramilitares, terroristas. He matado civiles. Pero no eran el objetivo. Si acepto ahora esta misión, es porque sé que acabará conmigo.

No sucumbiré a la presión de tener que luchar solo. Estoy preparado para someterme a la tortura, al hambre y a la soledad. Pero mi instinto, el mismo que me ha mantenido con vida durante tantos años, me dice que esta vez hay algo más. Por eso, he tomado contacto con un conocido grupo de exmilitares. Para que, en caso de que pierda la vida, toda la información que obtenga sirva para hacer justicia. Puede que me equivoque. Pero tengo la impresión de que los objetivos de esta misión son ambiguos. Siempre hemos tenido claro que la amenaza terrorista es nuestro principal objetivo. Enviar a un soldado a matar un civil es absurdo, deshonesto y estúpido.

De cualquier forma, mi condena será cumplir las órdenes. No creo ser tan importante, y no cuestiono a mis superiores. Si muero, esperaré una venganza justa. Y si tengo éxito, me habré convertido en todo aquello contra lo que he luchado. Un asesino.

(Diario de operaciones. Interludio).

4.15.2007

Mi manera de actuar

"Siempre tuve esa facilidad para hacerte daño y sacarte de tus casillas. Y lo peor es que soy consciente de ello y me gusta. A pesar del tiempo, sé que aún ejerzo ese tipo de control sobre tí. Se donde darte para que te duela. No estoy orgulloso de ello, pero no puedo evitarlo.

La verdad, no entiendo tus disculpas. Si tenías algo guardado no debiste esperar tanto para decírmelo. Ahora comprendo como te sientes. Aunque ya es demasiado tarde.

No tengo mucho más que decirte y ni siquiera creo que esperes una respuesta. Siento mucho haber disfrazado mis sentimientos hacia tí con palabras bonitas. No me resultó fácil dejarte de lado. Y puede que sigas sin creerme, pero tomé mis decisiones pensando en tí. Tarde o temprano iba a pasar y lo único que hice fue acelerarlo.

Me cuentas que en algún momento pudiste hacer algo, cuando te sentías mal y sabías que lo nuestro se iba a pique. No lo creo. Es duro decir las cosas claras, contar las verdades, pero nunca sentí lo mismo por tí. No llegué a ese punto. Puede que te afectase más el hecho de que la conocías. Pero la realidad es que ella nunca afectó mi manera de actuar.

Es así de sencillo. Y como no espero que recibas esta carta, escribiré con total franqueza. Te usé, y lo hice porque podía. Nuestra conexión no era más que eso. Yo te utilizaba y tú, cegada por tus sentimientos, hacías todo lo que yo te pedía. No me siento orgulloso, pero esa es la verdad. Me tocó ser uno de los golpes de tu vida. Todos tenemos que recibirlos de vez en cuando.

No tiene ningún sentido."

(Las últimas cartas).

4.11.2007

Prefiero seguir viviendo

-Oscar Wilde.- La voz llegaba a mí como un eco. Aunque viniese de la misma habitación. Abrí los ojos con torpeza. Estaba tirado en mi sofá, mi televisor seguía apagado y un paquete de tabaco sin empezar se apoyaba misteriosamente en la mesa del salón. Junto a él, estaba mi cartera con los todos los papeles fuera y un gran cuchillo. De pie, junto a la ventana, estaba él. Me quedé mirándolo un momento, suponiendo que aún no sabía que estaba despierto. Pensé en coger el cuchillo para defenderme, pero me pareció absurdo. De cualquier forma, seguía vivo y por algún motivo él estaba allí. Así que lo más normal era que, por alguna extraña razón, no me había herido de gravedad. A pesar del fuerte dolor en mi abdomen, pude comprobar que no tenía ninguna herida de arma blanca, ni tampoco huesos rotos.

-A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.- Su voz rompió el silencio súbitamente. La situación era tan extraña que no me permitía actuar con coherencia. Sin embargo, mi mente estaba más calmada y no estaba paralizado por el miedo. Unas ganas inmensas de fumar me asaltaron y me levante lentamente y caminé hasta el poyete, donde una caja de cerillas descansaba junto al frutero. El ser humano era capaz de inventar cosas increíbles, pero aún no había conseguido descubrir como encender la hornilla con algo más sofisticado. Y el calentador andaba a la zaga.

Me acerqué a la mesa y cogí un pitillo. El sabor de la primera calada al encender un cigarrillo con fósforos era genial. Supongo que aquel bastardo habría cogido uno si le hubiese venido en gana. Así que me abstuve de ofrecerle. Al respirar profundamente, noté una punzada en el estómago. ¡Menudo golpe me había dado! Me levanté la camiseta y un moratón del tamaño de una cara asomó como un fantasma.

El tiempo pasaba y la situación, sin resultar incómoda, empezaba a ser estúpida. Un tipo me asalta por la calle, me amenaza con matarme y finalmente me deja sin sentido. Para redondear la situación, venía de follarme a mi exnovia, que ahora era mi cuñada. Y ahí estaba ese tío. Asomado a mi ventana. Taciturno. Por fin, empezó a moverse con tranquilidad. Encendió todas las luces de la casa y cogiendo una silla de la cocina se sentó, con el respaldo delante, enfrentado a mí. Me miró fijamente durante un rato. No parecía que tuviese intención de decir nada. Pero, desde mi punto de vista, tampoco había mucho que comentar. Empecé a recordar a Oscar Wilde y mis ojos debieron abrirse como platos, porque me lanzó una sonrisa bastante jodida.


-Vaya, vaya, vaya... ¿qué tenemos aquí?- Creo que en ese momento hubiese preferido que se mantuviera en silencio. Este tío acojonaba bastante. Echó un vistazo rápido al cuarto, sin mirar nada. Intentando hacerme entender que había estado echando una ojeada. Y luego siguió hablando. -No tienes muchas fotos de la familia por aquí. No serás un pirado...- Menudo cabrón.
-No creo, hasta los pirados tienen fotos de sus madres encima del televisor, y esas cosas.- Debió notar algo cuando miré hacia abajo, porque su discurso cambió ligeramente.
-¿No guardas fotos de tus padres, tu familia, tu novia?- Esta vez lo preguntó sin ningún tipo de ironía o sarcasmo. Así que me puse un poco gallito y le contesté airado.
-Mis padres murieron cuando yo tenía diez años, solo tengo un hermano y es el que ahora mismo se estará tirando a mi exnovia. Me compraría un perro, pero seguro que acaba quitándome la puta cena y mordiendo a algún vecino.- Me acordé de los peces.

De repente, empezó a reirse. Una risa estridente y ronca que fue convirtiéndose en una sonora carcajada. -Tiene cojones la cosa. Dime algo, ¿por qué no debería matarte?- Mierda, cuando se supone que el tema del asesinato había pasado a un segundo plano, tenía que venir el tío cabrón a recordármelo. Tampoco lo pensé mucho, con lo primero que me vino a la cabeza le contesté.

-Porque prefiero seguir viviendo.-

(El camino hacia las sombras).

4.09.2007

Tu Eterno Refugio

"Es ahora mismo.

Cuando las brumas desaparecen y empiezo a otear el camino. Ahora que todas las nieblas se van disipando. Mostrándome respuestas que podía haber imaginado. Respuestas reveladoras como la luna llena en una noche de verano y a la vez inquietantes como un cielo en llamas.

Y desde esta situación puedo distinguir un páramo desolado. Donde la vida pierde todo el sentido. Donde no hay camino de regreso ni vuelta atrás. Donde las esperanzas y las promesas no tienen cabida y lo único que mantiene el paso del tiempo es la certeza de que todo comienzo tiene un fin...

Ni siquiera me resulta perturbador. Mi reclusión definitiva. Que pronto abandonaré. Una sensación que se dispersa en la brisa haciendo el paisaje aún más sombrío. Perfilando los últimos detalles de un anhelo manifiesto.


A veces me pregunto si alguna vez piensas en mí. Si piensas en mí como en tu mejor amigo. Tú eras mi mejor amiga. Tú eras la que me consoló en esas amargas tardes cuando nada tenía sentido. No me estoy quejando. No quiero que pienses que te reprocho algo. Nunca lo haría. No fue mi intención sentirme así. Pero, supongo, es algo que no puedes evitar. Acostumbrado a ser un tipo solitario no me imaginé que a tu lado me sintiese protegido. Sin preocupaciones.


Ahora que el tiempo ha pasado he dejado de pensar en tí como mi enemiga. ¿Cómo puede hacerte tanto daño la persona que más amas? Creo que nunca lo sabré. Después de tanto tiempo te escribo esta carta para liberarme. No fue mi intención sentirme así, pero lo hice. Y, durante algún tiempo, tú sentiste lo mismo por mí.

Siento todo el dolor que te he causado. En cierta manera, lo que tú llamabas Mi Eterno Refugio no era más que un lugar. Pero para mí era un estado de ánimo. Era sentirme en paz, feliz, protegido. Solo fue una ilusión. Mientras duró fui el tipo más feliz del mundo. Pero cuando desperté de ese sueño comprendí que ese idílico lugar no pertenecía a mi mundo, sino al tuyo. Tu eterno refugio."

(Las últimas cartas)

4.05.2007

Aquella maldita mañana.

Abrí los ojos con ligereza. Allí estaba. La pecera de mi hermano. Aquella que compró cuando yo aún iba al instituto. Al final, los peces terminaron por morir y se convirtió en un burlón pedazo de pantano. Al principio, aquellos animalillos multicolores bailoteaban entre las algas y los troncos. Pero un buen día, el dueño de la pajarería le habló de un pez nuevo que le acababa de llegar. Un "luchador japonés". Era muy bonito. De color negro por el centro y de un azul profundo y hermoso por detrás, por la aleta caudal. El muy hijo de puta gastaba malas pulgas. En menos de dos días había acabado con la vida de los otros incautos. El pajarero nos avisó de que únicamente se volvía agresivo en presencia de machos de la misma especie. Supongo que no se informó bien.

Pues sí, allí estaba, el luchador japonés. Dando vueltas dentro de mi televisor. Me resultó extraño ver la pecera de mi hermano dentro de mi televisor. Cerré los ojos y volví a sumergirme en los recuerdos. Recordé cuando Isabel me llamó aquella maldita mañana. Había algunas cosas en su piso que le gustaría que yo recogiese. Le resultaba violento verlas por allí...

-¿Está mi hermano contigo?- Le pregunté.
-No, tu hermano no está aquí. Está trabajando y no tiene nada que ver con esto.- Ella siempre contestaba de manera tajante cuando mi hermano salía a colación.
-Mejor, no tengo ganas de montar un numerito. Pero antes me gustaría saber de qué se trata.-

Se produjo aquel silencio incómodo de costumbre. Pero al final, ella cedió.

-Sabes que a mí no me molestan tus cosas. Pero realmente el piso es pequeño y, por ejemplo, el mechero se pasa el día de un estante a otro cuando limpiamos. Ya sabes que aquí no se fuma...

-Ahora...- Susurré. Y sin dejar que preguntara le dije que me pasaría a mediodía.


Abrí otra vez los ojos en la oscuridad. Recordé aquella frase de Oscar Wilde: "No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea". Ahora la televisión estaba apagada. No había peces. Sentí como los párpados me empujaban de nuevo hacia el sueño...

Esa mañana salí con mi viejo Ford hacia su casa. Ni siquiera sé por qué lo hice. Supongo que, en el fondo, aún tenía ganas de volver a verla. Me pasé todo el viaje dándole vueltas a la cabeza. Las dos personas que más quería, en un giro cachondo del destino, me habían dejado fuera de juego. Totalmente. Cuando llegué al piso entré sin saludar y sin muchas contemplaciones, esperando encontrar una caja de cartón o algo por el estilo. En su lugar estaba mi mechero, el que ella me regaló, encima de la mesa del salón. Las palabras surgieron como un torrente.

-Dime una cosa, por favor. ¿Qué coños era lo que buscabas de mí? ¿Qué es eso que buscabas que yo nunca te he podido ofrecer y él sí?

Obtuve un silencio por respuesta. Después de todo ella no había cambiado tanto con respecto a mí. Decidí seguir hablando. Había muchas cosas que me había guardado para no hacerle daño y sentía que estaban empezando a agitarse en mi interior, buscando una salida. Pero otra vez me pudo ese sentimiento interior que me inducía a protegerla.

-Es igual. Esto no tiene ningún sentido.- Cogí el mechero y la miré. Ella estaba apoyada en el quicio de la puerta. Qué apropiado. Su cara transmitía una tristeza infinita. Aún así seguía siendo la cosa más bonita que había visto en mi vida. -Mira, lo demás puedes tirarlo. Nunca le he dado demasiado valor a las cosas materiales.-

Empecé a andar hacia la puerta y al pasar junto a ella sentí de nuevo su olor. Todos los momentos que pasamos vinieron de golpe y me frené. Ella pasó un brazo por encima de mi hombro, intentando buscar las palabras. Por sus mejillas empezaron a rodar dos lágrimas y mi alma se rompió en pedazos. La agarré de la cintura y la besé. Sin siquiera pensarlo. La besé sabiendo que era la última vez que lo haría. Sabiendo que ella lo había significado todo para mí y que me abandonó por mi propio hermano. Mi hermano, lo único que me quedaba, junto con ella.

En un momento estábamos en el sofá, desnudos. Me sentía tan triste que tenía ganas de llorar. Y aún así, estaba sucediendo lo que yo quería. Aunque las circunstancias eran totalmente diferentes a lo que esperaba. Estuvimos follando una media hora. A cada segundo que pasaba me sentía más triste y más vacío. Realmente, no sé si lo había hecho porque la quería, por devolverle "el favor" a mi hermano o, sencillamente, porque llevaba semanas sin tener relaciones con otra mujer.

Cuando terminamos ni siquiera di tiempo para provocar otra situación difícil. Me levanté, me puse mi ropa, cogí el puto mechero y me marché. Bajando por el ascensor me miré al espejo y me sentí tan vacío que pensé que algo dentro de mí había muerto. Antes de salir le dediqué una mueca al tipo de enfrente y dije -Te jodes. Por imbécil.- No sé si hablaba conmigo mismo o con mi hermano. Me subí de nuevo en el Ford y busqué en mis bolsillos el paquete de tabaco. Me lo había dejado en el piso. Me imaginé a mi hermano volviendo a casa y encontrándoselo allí. Abrí la ventanilla y tiré el puto mechero.


(El camino hacia las sombras).

4.03.2007

Miradas que hielan.

-¿No has debido decir eso? Menudo tío raro.- Pensé.
-No veo por qué tiene que molestarle tanto. Igual tiene usted una cara de esas comunes o llamativas. Puede que incluso sea alguien famoso.- Le contesté.

El tipo me miró bastante divertido. Tenía una de esas miradas que hielan. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que algo no iba bien. Después del día que llevaba, la verdad, es que todo me importaba una mierda. Pero este tipo era algo especial. Pocas palabras, algunos gestos y esa forma de vestir a medio camino entre hortera y... del monte. No se me ocurrió otra cosa. La camisa era algo bastante llamativo, pero la cazadora, el gorro de lana y las botas de monte denotaban en él un aire de cazador. Muy apropiado.


Así andaba yo, perdido en mis pensamientos, cuando me di cuenta de que ninguno de los dos nos habíamos movido en un rato. Ahora el tipo me miraba extrañado, pareciese que estaba decidiendo qué iba a hacer conmigo. De hecho, es exactamente lo que estaba pensando.

-¿Y qué hago yo ahora contigo?- Me dijo.
-¿Se supone que tiene usted que hacer algo?- Le contesté.
-Por una parte, parece que no tienes ni idea de quien soy. Eso es bueno. Por otra, acabas de decir que mi cara te suena. Eso es malo.-
-No creo que sea para que se lo tome usted así.- Le interrumpí.

Empezaba a pensar que el tipo era una especie de exiliado político o algo por el estilo, cuando sus palabras rompieron otra vez el silencio. Pero esta vez fue para romperlo en pedazos. A partir de ese momento todo se sucedió como en una novela de aquel dramaturgo irlandés que escribía tan raro.

-No lo has entendido. De cualquier forma, no importa demasiado. Te explicaré como funciona esto. Tú corres, yo te persigo. Tú corres mucho, yo te persigo. Y créeme, puedes correr todo lo que quieras, pero lo único que conseguirás es morir cansado.-

El tío era un auténtico imbécil, pero eso no impedía que empezase a ponerme bastante nervioso. Era demasiado grande para enfrentarme a él, así que me decidí por el siguiente paso lógico. Sin perder la compostura miré hacia otro lado, suspiré y empecé a andar como si todo ese encuentro no hubiese sucedido. Un segundo después, el tipo había sacado un cuchillo de combate de casi dos palmos de hoja. Fue un destello. La visión del arma me paralizó. Estaba claro que esperaba algún tipo de agresión pero no algo tan explícito. La sangre se helaba en mis venas por momentos. La mente se me quedó en blanco. Solo podía pensar en el cuchillo. Ni siquiera pensé en si iba a doler. "Mierda, parece que esto termina aquí". Vinieron a mi mente momentos anteriores. Nunca había pasado tanto miedo, quitando aquel demonio de perro que me atacó cuando era pequeño. Me sentí profundamente apesadumbrado y recordé todo el día que llevaba. Me resultó irónico haber pensado que estaba muriéndome aquella maldita mañana. Si hubiese sabido como iba a transcurrir el día seguramente habría pensado en otra cosa. Morir dos veces en un mismo día no está tan mal, ¿no?

-No terminas de entenderlo. Te voy a matar de todas formas. Pero antes quiero que corras. ¿Qué me dices?-

Era impresionante la naturalidad con la que hablaba el tipo. Antes de que sacara aquel cuchillo pensé que sencillamente era un desequilibrado, pero nada peligroso. Pero ahora empezaba a verlo de otra manera. Un tipo grande, con un cuchillo grande, con una sonrisa inmensa y con una tranquilidad pasmosa. Y sencillamente quería matarme porque había dicho que su cara me sonaba.

De pronto, el miedo empezó a remitir y me vinieron muchas cosas a la cabeza. Recordé el tipo raro que una vez se sentó en nuestra mesa en la cafetería de la facultad. Recordé a aquel americano zumbado y... al tipo que iba siguiéndolo. ¿Era posible?
-Tú eres aquel tipo que seguía al americano.- Le dije.
-¿Qué americano?- Me contestó.
-El tipo americano que entró en la facultad. Se olvidó la cartera y cuando salió se perdió por la calle. Tu estabas siguiéndolo.- Los recuerdos llegaban a mí en cuentagotas.

El tipo se movió como una sombra. Estaba enfrente, manteniendo en su mano aquel enorme cuchillo y en un instante me sujetaba del pecho con la otra. Todo fue muy confuso. No recuerdo si el movimiento fue así de rápido o el golpe me dejó aturdido. Las piernas empezaron a fallarme y caí hacia delante. Me di cuenta de que me faltaba el aire, pero no conseguía hacer funcionar mi cuerpo. Me sentí como sumergido en un líquido espeso. Mis movimientos eran lentos, mis músculos no respondían, no podía respirar y ni siquiera podía emitir algún sonido. Y de pronto, la realidad comenzó a enturbiarse y terminé de sumergirme en la oscuridad.

(El camino hacia las sombras).